Palacio de la Alfafería, en el corazón mismo de mi ciudad, una joya de arte

Palacio de la Aljafería en Zaragoza

Palacio de la Aljafería en Zaragoza

El Palacio de la Aljafería contiene en el interior de su recinto monumental numerosas estancias que corresponden a diversas épocas y manifestaciones artísticas, como resultado de la trayectoria histórica del monumento: alcázar islámico hudí, palacio medieval mudéjar, palacio de los Reyes Católicos, cárceles de La Inquisición, cuartel militar y sede de las Cortes de Aragón.

La construcción del palacio de la Aljafería fue ordenada por Abú Ya´far Ahmad ibn Sulaymán al-Muqtadir Billah, conocido por su título honorífico de Al-Muqtadir, el poderoso, segundo monarca de la dinastía de los Banu Hud, como símbolo del poder alcanzado por la Taifa de Zaragoza en la segunda mitad del siglo XI. El rey en persona llamó a su palacio Qasr al-Surur, Palacio de la Alegría, y a la sala del trono que él presidía en recepciones y embajadas, Maylis al-Dahab, Salón Dorado. Es el único testimonio conservado de un gran edificio de la arquitectura islámica hispana de la época de las Taifas.

La Torre del Trovador

La edificación más antigua de la Aljafería es la llamada Torre del Trovador, torre defensiva, de planta cuadrangular y cinco pisos que data de finales del siglo IX, en el periodo gobernado por el primer Tuyibí, Muhammad Alanqar, que fue nombrado por Muhammad I, emir independiente de Córdoba.

Su función en los siglos IX y X era la de torre vigía y bastión defensivo. Estaba rodeada por un foso. Fue integrada después por los Banu Hud en la construcción del castillo-palacio de la Aljafería. A partir de la conquista cristiana, siguió usándose como torre del homenaje y en 1486 se convirtió en prisión de La Inquisición. Como torre-prisión se usó también en los siglos XVIII y XIX, como demuestran los numerosos graffiti inscritos allí por los reos.

El Palacio Taifal

Este palacio islámico, de planta rectangular amurallada y rodeado de torreones semicirculares, al modo de los castillos omeyas de Siria y de Jordania, con puerta de entrada en arco de herradura entre dos torreones, dispone en su tercio central interior un patio con jardín, llamado el patio de Santa Isabel, en cuyos extremos cortos se alzan, al norte y al sur, pórticos y salones, completándose el conjunto norte con una bellísima mezquita, un pequeño oratorio de planta octogonal y de reducidas dimensiones, en cuyo interior se observa una fina y profusa decoración de yeso, con los típicos motivos de ataurique, más unos fragmentos pictóricos, de tonos vivos y contrastados. La belleza formal de estas estancias islámicas deriva de los precedentes califales cordobeses de Medina Az-Zahra.

Las Reformas Cristianas Medievales

Tras la reconquista de Zaragoza por Alfonso I el Batallador en el año 1118, se inició la andadura cristiana de la Aljafería. De tal manera que se convirtió en palacio mudéjar residencia de los reyes cristianos aragoneses, quienes además llevaron a cabo en su interior sucesivas obras de ampliación y de reacondicionamiento. Así, de todo este período medieval, siglos XII-XIV, cabe citar la iglesia de San Martín, la denominada alcoba de Santa Isabel, la desaparecida capilla de San Jorge, las arquerías del patio de Santa Isabel y, sobre todo, las salas del palacio mudéjar de Pedro IV.

De esta etapa mudéjar medieval, , siglos XII-XIV, durante la que la Aljafería gracias al mecenazgo real es el foco creador y difusor del arte mudéjar aragonés, con la mano de obra de los maestros moros pertenecientes a las más afamadas familias (los Bellito, los Allabar, los Gali), cabe citar la iglesia de San Martín, la denominada alcoba de Santa Isabel, la desaparecida capilla de San Jorge, las arquerías del patio de Santa Isabel y, sobre todo, los grandes salones del palacio mudéjar de Pedro IV, adosados al norte del palacio islámico, que se hallan cubiertos con potentes alfarjes.

El Alcázar de los Reyes Católicos

Fue erigido sobre la fábrica musulmana en torno al año 1492, con el fin de simbolizar el poder y prestigio de los monarcas cristianos. La dirección de las obras recayó en los maestros moros Faraig de Gali, Mahoma Monferriz y Mahoma Palacio, y en ellas se funde la herencia artística medieval con los nuevos aportes del Renacimiento, de ahí que dieran lugar a uno de los ejemplos más significativos del llamado estilo Reyes Católicos. El palacio consta de una escalera noble, una galería o corredor y un conjunto de salas, denominadas de los pasos perdidos, que tienen su culminación en el gran salón del Trono, con su magnífico artesonado. El palacio se erigió en modelo para la nueva nobleza aragonesa de la época.

Desde 1485, en época de los Reyes Católicos, la Aljafería se destinó a sede y cárceles del Tribunal de la Inquisición, instalándose las viviendas de los inquisidores, hoy desaparecidas, en el entorno del patio de San Martín, utilizándose el torreón del Trovador como cárcel, función que cumplió durante más de doscientos años.

Fortaleza y Acuartelamiento

A partir de 1593, y por mandato del rey Felipe II el ingeniero sienés Tiburcio Spanochi diseñó los planos para transformar la Aljafería en un fuerte o ciuda a la moderna. Para lo cual se dotó al conjunto de un recinto murado exterior, con baluartes pentagonales en las esquinas y con un imponente foso de circunvalación (de paredes en ligero talud y con sus correspondientes puentes levadizos) . Sin embargo, lo que en realidad se pretendió con la construcción de este fuerte, no fue otra cosa que poner de manifiesto la autoridad real frente a las reivindicaciones forales de los aragoneses, así como el deseo del monarca por frenar posibles revueltas de la población zaragozana.

Después de este primer acondicionamiento militar, durante los siglos XVIII y XIX se produjeron en el edificio profundas intervenciones para su adaptación como acuartelamiento, de las que todavía se conservan los bloques construidos en época de Carlos III y dos de los torreones neogóticos añadidos en tiempo de Isabel II.

Sede de las Cortes de Aragón

Desde finales del siglo XX, parte de las dependencias del palacio son sede de las Cortes de Aragón.

Toda esta amplia peripecia histórica ha ido dejando su huella arquitectónica en el conjunto monumental, en una intrincada sucesión de ampliaciones, transformaciones, destrucciones, y por último, de restauraciones y rehabilitaciones.

Principales referencias consultadas:  Ayuntamiento de ZaragozaRed AragónGran Enciclopedia Aragonesa y  Wikipedia.

Datos de Contacto

Nombre
Palacio de la Aljafería
Situación
Calle Diputados, s/n
Localidad
Zaragoza
Cronología
Siglos XI al XX
Grupo
Islámico. Mudéjar

Galería de Imágenes

La Aljafería – Fachada principal del Palacio
Imagen obtenida de José Antonio Cabetas Aliaga bajo licencia de Creative Commons
  • La Aljafería - Fachada principal del Palacio
  • La Aljafería - Vista Panorámica del Palacio
  • La Aljafería - Muro y Torre del Trovador
  • La Aljafería - Patio de Santa Isabel
  • La Aljafería - Patio de San Martín
  • La Aljafería - Estancias de Testero Norte
  • La Aljafería - Puerta de Acceso a la Mezquita
  • La Aljafería - Mihrab de la Mezquita
  • La Aljafería - Techumbre del Salón del Trono
  • La Aljafería - Pozo de la Torre del Trovador
  • La Aljafería - Escalera del Palacio de los Reyes Católicos
  • La Aljafería - Corredor del Palacio de los Reyes Católicos

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Me gustan los payasos porque saben poner en la vida la sonrisa de Dios

Siempre me gustaron los payasos. Admiro de ellos que sepan poner en la vida sonrisas, alegría y fiesta. Tienen para ello un don especial o una capacidad singular. Admiro el que sepan olvidarse de sí mismos para entrar en el corazón de los otros y que, al entrar, lo hagan con una sonrisa y con pies de puntillas. Ponen misterio a la vida y saben respetar el misterio ajeno, dejando en las personas el sabor de la vida y la fuerza de la esperanza. Me encatan de verdad los payasos. Y cuando un payaso llora me llegan sus lágrimas hasta el fondo del alma porque no será cualquier dolor el que aflige el corazón de los que siempre soríen por muy duras que sean las batallas. Para todos los payasos del mundo, mi abrazo lleno de agradecimiento y dulzura.

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Luis de Morales, el pintor de la dulzura de los rostros

Luis de Morales, pintor renacentista en Madrid

Luis de Morales, gran pintor español, probablemente nació en Badajoz hacia 1510 y murió en la misma ciudad en 1586. Son varias las investigaciones realizadas acerca de su vida y su obra, y poco a poco se han ido descubriendo nuevos datos, aunque aún hoy su biografía continúa siendo un misterio en muchos aspectos.

Cuando Antonio Palomino habló de él en el siglo XVII en su libro “Las vidas de los pintores…” todavía ni se conocía su nombre, se le llamaba El Divino Morales, “porque todo lo que pintó fueron cosas sagradas, como porque hizo cabezas de Cristo, con tan gran primor y sutileza en los cabellos, que daban ganas de soplar para que se movieran…”

Según este autor fue alumno del pintor flamenco Pedro de Campaña en Sevilla, ciudad en la que pasó algún tiempo, “y dejó allí muchas pinturas de su mano, especialmente en algunas capillas antiguas.”

Se habla de su técnica flamenca muy trabajada, también de sus características italianizantes leonardescas, aparte de todo lo cierto es que se trata de un pintor con personalidad marcada, una figura del Renacimiento español al que se le reconoció su estilo propio. Fue famoso en su tiempo, tuvo su taller en el que trabajaron tres de sus hijos y su yerno entre otros colaboradores, y fue uno de los primeros pintores españoles muy repetidos (se realizaban copias, modellinos, en su obrador), quizá solo superado después por el Greco. Su éxito fue indiscutible. Se han perdido muchas de sus obras pero se conserva un buen número de ellas, en distintas ciudades españolas y otros lugares.

No fue casualidad que las tres primeras muestras organizadas en el Museo del Prado a partir de 1900 fueron las dedicadas al Greco, Goya y a Luis de Morales.

La exposición de Obras del Divino Morales se celebró durante el mes de mayo de 1917. Una de las obras expuestas fue la Virgen del Pajarito que en aquellos momentos, así consta en el Catálogo, era propiedad de doña María Moret, de Madrid, procedente de la Iglesia de la Concepción de Badajoz. Es una pintura realizada en 1546, quizá la más antigua conocida del autor.

L. de Morales "Virgen del Pajarito". Museo del Prado 1917.

Hoy se encuentra en Madrid, en la Parroquia de San Agustín, en la calle de Joaquín Costa nº 10, barrio de El Viso, distrito de Chamartín. Se trata de una de las iglesias construidas en la posguerra, obra de Luis Moya entre 1946-1950. A pesar de ser moderno el templo guarda varias obras de gran valor histórico y artístico desde los siglos XVI al XVIII, entre ellas la espléndida pintura de Luis de Morales.

L. de Morales. "Virgen del Pajarito". Iglesia de San Agustín.

Al final del lado de la Epístola, antes de llegar al altar mayor, se encuentra el cuadro, pintura traspasada de tabla a lienzo, firmada por el pintor.

L. de Morales. "Virgen del Pajarito" (detalle). Iglesia de San Agustín.

Ahora en 2015 el Museo del Prado prepara una nueva exposición, con el mismo título que hace casi cien años, El Divino Morales, que será inaugurada el próximo mes de octubre con el fin de reivindicar “el trabajo y la figura de Luis de Morales, prácticamente un siglo después de que presentara en sus salas la primera exposición monográfica dedicada al artista”.

El pintor utilizaba tablas de maderas muy nobles que han asegurado la conservación de la pintura. El Prado posee más de 20 obras suyas y su taller, de las cuales actualmente, en la sala 52c dedicada a la Pintura española del siglo XVI, se exponen ocho.

Una de ellas, muy bella, es La Virgen y el Niño, representativa de su estilo, expresión de la religiosidad de la época, con melancólica dulzura, como lo ha definido con acierto y encanto Leticia Ruiz.

L. de Morales "La Virgen y el Niño" (h.1565) (84 cm x 64 cm). Museo del Prado.

También pintó con gran maestría retratos, como el de Juan de Ribera (1564), que fue Obispo de Badajoz entre 1562 y 1569, para quien trabajó Morales, se dice que como pintor de cámara.

L. de Morales. "Juan de Ribera", 1564 (40 cm x 28 cm)

Son ocho pinturas realizadas entre 1560-75, la mejor época del pintor. A lo largo de este periodo creó grandes obras para retablos y otras aisladas para oratorios o casas particulares.

En algunos casos incorporó paisajes, uno de los más detallados y cuidados es el de La Oración en el Huerto, una magnífica obra de reciente exposición pues fue adquirida en 2013.

L. de Morales "Oración en el Huerto (1560-1570) (85 cm x 65,5 cm)

En la sala, en el extremo norte de la planta baja del Edificio Villanueva, comparte espacio con Juan de Juanes y con Juan Correa de Vivar.

Además, hasta el mes de octubre, El Divino Morales comparte espacio también con quien quizá fue su maestro, Pedro de Campaña, hasta ahora inédito en el Prado. Son dos pinturas extraordinarias, de pequeño formato, El Descendimiento y el Camino del Calvario, óleos sobre tabla de roble que deben ser admirados de cerca, pertenecientes a la donación Plácido Arango, que nos dan aún más motivos para visitar esta sala 52c del siempre apetecible, inmenso Museo del Prado. A la espera de la exposición dedicada al pintor renacentista extremeño, Luis de Morales.

Por Mercedes Gómez

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Miguel Hernández, el poeta de la tierra desnuda

Miguel Hernández

(Orihuela, 1910 – Alicante, 1942) Poeta español. Adscrito a la Generación del 27, destacó por la hondura y autenticidad de sus versos, reflejo de su compromiso social y político.

Nacido en el seno de una familia humilde y criado en el ambiente campesino de Orihuela, de niño fue pastor de cabras y no tuvo acceso más que a estudios muy elementales, por lo que su formación fue autodidacta.

Su interés por la literatura lo llevó a profundizar en la obra de algunos clásicos, como Garcilaso de la Vega o Luis de Góngora, que posteriormente tuvieron una marcada influencia en sus versos, especialmente en los de su etapa juvenil. También conoció la producción de autores como Rubén Darío o Antonio Machado. Participó en las tertulias literarias locales organizadas por su amigo Ramón Sijé, encuentros en los que se relacionó con la que luego fue su esposa e inspiradora de muchos de sus poemas, Josefina Manresa.

Con veinticuatro años viajó a Madrid y conoció a Vicente Aleixandre y a Pablo Neruda; con este último fundó la revista Caballo Verde para la Poesía. Las ideas marxistas del poeta chileno tuvieron una gran influencia sobre el joven Miguel, que se alejó del catolicismo e inició la evolución ideológica que lo condujo a tomar posiciones de compromiso beligerante durante la Guerra Civil.

Tras el triunfo del Frente Popular colaboró con otros intelectuales en las Misiones Pedagógicas, movimiento de carácter social y cultural. En 1936 se alistó como voluntario en el ejército republicano. Durante la contienda contrajo matrimonio con Josefina Manresa, publicó diversos poemas en las revistas El Mono Azul, Hora de España y Nueva Cultura, y dio numerosos recitales en el frente. El fallecimiento de su primer hijo (1938) y el nacimiento del segundo (1939) se añadieron como motivo inspirador de su obra poética.

Terminada la guerra regresó a Orihuela, donde fue detenido. Condenado a muerte, luego se le conmutó la pena por la de cadena perpetua. Después de pasar por varias prisiones, murió en el penal de Alicante víctima de un proceso tuberculoso: de esta forma se truncó una de las trayectorias más prometedoras de las letras españolas del siglo XX.

La poesía de Miguel Hernández

Aunque cronológicamente el autor debería pertenecer a la llamada promoción del 35, de la que formaron parte poetas como L. Rosales o L.M. Panero, el estilo de su obra y su relación con los representantes de la Generación del 27 hacen que se le considere el miembro más joven de esta última, el «genial epígono del grupo» en palabras de Dámaso Alonso. Su trayectoria como escritor dio comienzo con algunas colaboraciones en la revista de tendencia católica El Gallo Crisis, dirigida por Ramón Sijé.

Su primer volumen de versos, Perito en lunas (1934), está formado por 42 octavas reales en las que los objetos cotidianos y humildes son descritos con un hermetismo formal en el que trasluce claramente el magisterio gongorino. Sin embargo, en otros poemas de la misma época se intuye una mayor soltura verbal y el inicio de su compromiso con la causa de los desheredados.


El poeta tal y como lo retrató Buero Vallejo en prisión

En 1934, después de dar a conocer en la revista Cruz y Raya el auto sacramental Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras, de carácter calderoniano, comenzó la que a la postre fue considerada su obra maestra y de madurez, El rayo que no cesa (1936), que inicialmente pensaba titular El silbo vulnerado. La vida, la muerte y el amor (éste como hilo conductor del poemario) son los ejes centrales de un libro compuesto mayoritariamente por sonetos y deslumbrante en su conjunto, aunque destaca alguna elegía como la dedicada a la muerte de Ramón Sijé, escrita en tercetos encadenados y considerada una de las más importantes de la lírica española de todos los tiempos.

Durante la Guerra Civil cultivó la llamada poesía de guerra: su fe republicana se plasmó en una serie de poemas reunidos en Viento del pueblo (1937), que incluyó la «Canción del esposo soldado», dirigida a su mujer, y otras creaciones famosas, como «El niño yuntero». También en este período concibe El hombre acecha (1939), que manifiesta su visión trágica de la contienda fratricida, y diversos textos dramáticos que se publicaron con el título Teatro en la guerra (1937).

Mientras se hallaba en la cárcel escribió Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941), donde hizo uso de formas tradicionales de la poesía popular castellana para expresar en un estilo conciso y sencillo su hondo pesar por la separación de su mujer y sus hijos y la angustia que le producían los efectos devastadores de la guerra.