Igor Yebra, la belleza corporal y espiritual del amor

Resumen de Romeo y Julieta, de William Shakespeare

William Shakespeare

Romeo y Julieta

En la tradición literaria occidental, Romeo y Julieta se ha convertido en la historia de amor por antonomasia, y puede afirmarse que su fama excede a la del mismo Shakespeare. Aunque como en tantas otras ocasiones el argumento no es invención suya, correspondió al dramaturgo inglés fijarlo en su forma definitiva al convertir su fuente en una obra magistral. Con mayor o menor fidelidad, de la tragedia shakesperiana partirían los creadores de las más diversas disciplinas artísticas (desde la literatura, la pintura y la música hasta la danza, la ópera y el cine) que en los siglos siguientes abordarían reiteradamente la historia de los amantes de Verona.

Shakespeare se basó, en este caso, en el poema La trágica historia de Romeo y Julieta (1562), de Arthur Brooke. Pero el tema de la «muerta viva», destinado a hallar su más elevada expresión en este drama (según el conocido estudio de H. Hauvette, La morte vivante), era mucho más antiguo; en su difusión tuvo un importante papel el relato Romeo e Giuletta, del italiano Matteo Bandello (1485-1561), divulgado en el extranjero por Pierre Boisteau. La versión de este último fue a su vez traducida al inglés en el Palacio del Placer de William Painter, e interpretado libremente por Arthur Brooke en el poema La trágica historia de Romeo y Julieta, que Shakespeare siguió muy de cerca.


Fotogramas de Romeo y Julieta (1968), la excelente adaptación de Franco Zeffirelli

Se ha intentado establecer una relación entre el drama de Shakespeare y los otros derivados de la misma fuente: el de Lope de Vega (Castelvines y Monteses) y la Adriana (1578) de Luigi Groto, que contiene frases e imágenes que se encuentran también en el drama de Shakespeare, pero que son tan sólo lugares comunes del petrarquismo; además, ambos dramas son completamente diferentes en el modo de tratar el argumento y en el estudio de los personajes. La obra de Shakespeare fue escrita, según unos, en 1591; se publicó «in quarto» en 1597, en 1599, en 1609 y en otra fecha imprecisa, y en «in folio» en 1623. Las relaciones entre los diversos textos han sido minuciosamente estudiadas.

El argumento

Dividida en cinco actos en los que se alterna la prosa con el verso, Romeo y Julieta se inicia con una riña entre miembros y criados de las dos principales familias de Verona, los Montescos y los Capuletos; queda así patente desde el principio la irreconciliable enemistad que enfrenta a ambos clanes. Ni Romeo ni Julieta están presentes en tal riña, que sólo finaliza cuando irrumpe el Príncipe Scala e impone la paz con amenazas.

En compañía de sus amigos Benvolio y Mercucio, Romeo asiste a una fiesta de máscaras en casa de los Capuletos, y, si antes se creía enamorado de Rosalina, ahora se siente cautivado por la belleza de Julieta; se acerca a ella y, tomándole la mano, le declara su amor. La pasión es instantánea y recíproca, y culmina en un beso; sólo tras separarse conocen, cada uno por su cuenta, la identidad del otro: Julieta es la hija de Capuleto; Romeo, el hijo de Montesco. Con este descubrimiento termina el primer acto.

En otras circunstancias, tal enamoramiento podría haber culminado en una jubilosa boda: ambos son de noble cuna, e incluso sabemos que el viejo Capuleto, padre de Julieta, se inclina por respetar la elección de su hija ante un posible matrimonio (Acto I, II) y que tiene un buen concepto de Romeo, al que considera «un joven virtuoso y bien gobernado» (Acto I, V). Pero el odio entre las familias es tal, que los jóvenes nunca llegarán ni siquiera a plantearse la posibilidad de comunicar su pasión a sus padres; por otra parte, el saberse miembros de clanes enfrentados no puede detener la fuerza y determinación que engendra en ellos el amor.


Romeo y Julieta (1884), de Frank Dicksee

Sin ninguna ruptura temporal, la acción del segundo acto comienza esa misma noche: finalizada la fiesta, Romeo se separa de sus amigos y, desde una calleja, salta la tapia y entra en el jardín de la casa de los Capuletos. Allí vislumbra en una ventana el perfil de Julieta. Tiene lugar entonces la icónica escena del balcón (en realidad, ventana): sin haber advertido la presencia de Romeo, que la escucha en la oscuridad, Julieta pronuncia en voz alta sus amorosas quejas, lamentando que Montesco sea el apellido de su amado para negar enseguida toda importancia a ese hecho: «¿Qué hay en un nombre? Lo que llamamos rosa, olería tan dulcemente con cualquier otro nombre». Aparece entonces ante sus ojos Romeo; inflamados en mutuo amor, conciertan, tras un dulce coloquio, casarse en secreto. Gracias a la ayuda de Fray Lorenzo, su propósito se cumple la tarde del día siguiente: el fraile los une en matrimonio en su convento.

Pero en el acto tercero, el aborrecimiento mutuo de Capuletos y Montescos, que ya había determinado la clandestinidad de la boda, es ahora causa de una forzosa separación de los amantes que conducirá al trágico final. En una plaza de Verona, Mercucio, amigo de Romeo, topa con Tebaldo (sobrino de la señora Capuleto), que está furioso por la presencia de Romeo en la fiesta de máscaras celebrada en casa de los Capuletos la noche anterior; Mercucio y Tebaldo riñen. Romeo interviene, y al desafío de Tebaldo responde con palabras que ocultan el nuevo vínculo de parentesco, y rehúsa batirse. Mercucio se indigna ante tanta sumisión y saca la espada. Romeo trata en vano de separar a los contendientes, consiguiendo tan sólo dar ocasión a Tebaldo para herir de muerte a Mercucio. Entonces Romeo se ve arrastrado a luchar, mata a Tebaldo y huye.

Informado de los hechos, el Príncipe Scala condena a Romeo al destierro. La noticia de la sentencia llega a oídos de Julieta, y también de Romeo (oculto en la celda de Fray Lorenzo), causando la desesperación de ambos. Les queda como único consuelo el ya previamente convenido encuentro para esa misma noche; al amanecer, tras una triste despedida, Romeo parte hacia Mantua. Como remate del acto tercero, una decisión del viejo Capuleto agrava aún más la situación: pese a la oposición de su hija, Capuleto fija para dos días después la boda entre Julieta y el conde Paris, un matrimonio del que se venía hablando desde antes de que Julieta conociese a Romeo.


Julieta y Fray Lorenzo, de William James Grant

En el acto cuarto, con la esperanza de que encuentre un remedio a la situación, Julieta acude a la celda de Fray Lorenzo. Todo el ardid para volver a reunir a los esposos es idea de Fray Lorenzo: aconseja a Julieta que finja ante sus padres aceptar el casamiento con el conde, y le proporciona un narcótico que Julieta deberá tomar la víspera de la boda y que la hará parecer muerta durante cuarenta y dos horas; creyéndola muerta, su familia llevará su cuerpo, en ataúd abierto, al panteón de los Capuletos. El fraile mismo se ocupará de avisar a Romeo, que la sacará del sepulcro en el momento de su despertar y la conducirá a Mantua. Empujada por la pasión, Julieta acepta sin reticencia alguna tan temerario plan, cuya primera parte se cumple sin dificultades: Julieta se aviene al matrimonio, toma el narcótico, es hallada muerta y, al final del cuarto acto, lo que iba a ser gozosa boda ha de convertirse en lúgubre sepelio.

En el quinto acto, un simple contratiempo arruina la arriesgada estratagema de Fray Lorenzo. Romeo se encuentra en Mantua, donde había de recibir un mensaje que lo pondría al corriente del plan y que contendría la indicación de trasladarse a Verona para acudir al panteón de los Capuletos a la hora prevista. Pero la carta no llega a Romeo porque el mensajero que debía entregarla es retenido ante la sospecha de que podría estar contagiado por la peste. Y en lugar de ello Romeo recibe, por otro conducto, la noticia de la muerte de Julieta y de su entierro en el panteón de los Capuletos.

Desesperado, Romeo compra a un boticario de Mantua un poderoso veneno y se dirige a Verona; su irrevocable decisión es tomar la pócima junto a la tumba de su amada. Entretanto, Fray Lorenzo conoce por el mensajero que su carta no ha llegado a Romeo: el propio Fray Lorenzo debe por ello ocuparse de abrir el panteón en el momento del despertar de Julieta, y con este propósito se encamina también al cementerio. Sin embargo, por una fatal coincidencia, un tercer personaje se adelanta a ambos: el conde Paris, sinceramente enamorado de su prometida, acude al panteón de los Capuletos para depositar flores en la tumba de Julieta.

Del dramaturgo que aprendí mucha psicología humana

La mente de este gran hombre ha moldeado mucho la mía y he aprendido de él a comprender al hombre. Su aportación a la psicología es extraordinaria aunque no se le considere en esta disciplina.

Biografia de William Shakespeare

William Shakespeare

(Stratford on Avon, Reino Unido, 1564 – id., 1616) Dramaturgo y poeta inglés. Solamente con sus versos hubiera ya pasado a la historia de la literatura; por su genio teatral, y especialmente por el impresionante retrato de la condición humana en sus grandes tragedias, Shakespeare es considerado el mejor dramaturgo de todos los tiempos.


William Shakespeare

Tercero de los ocho hijos de John Shakespeare, un acaudalado comerciante y político local, y Mary Arden, cuya familia había sufrido persecuciones religiosas derivadas de su confesión católica, poco o nada se sabe de la niñez y adolescencia de William Shakespeare. Parece probable que estudiara en la Grammar School de su localidad natal, si bien se desconoce cuántos años y en qué circunstancias. Según un coetáneo suyo, William Shakespeare aprendió «poco latín y menos griego», y en todo caso parece también probable que abandonara la escuela a temprana edad debido a las dificultades por las que atravesaba su padre, ya fueran éstas económicas o derivadas de su carrera política.

Sea como fuere, siempre se ha considerado a Shakespeare como una persona culta, pero no en exceso, y ello ha posibilitado el nacimiento de teorías según las cuales habría sido tan sólo el hombre de paja de alguien deseoso de permanecer en el anonimato literario. A ello ha contribuido también el hecho de que no se disponga en absoluto de escritos o cartas personales del autor, quien parece que sólo escribió, aparte de su producción poética, obras para la escena.

La andadura de Shakespeare como dramaturgo empezó tras su traslado a Londres, donde rápidamente adquirió fama y popularidad en su trabajo para la compañía Chaberlain’s Men, más tarde conocida como King’s Men, propietaria de dos teatros, The Globe y Blackfriars. También representó, con éxito, en la corte. Sus inicios fueron, sin embargo, humildes, y según las fuentes trabajó en los más variados oficios, si bien parece razonable suponer que estuvo desde el principio relacionado con el teatro, puesto que antes de consagrarse como autor se le conocía ya como actor.

Su estancia en la capital británica se fecha, aproximadamente, entre 1590 y 1613, año este último en que dejó de escribir y se retiró a su localidad natal, donde adquirió una casa conocida como New Place, mientras invertía en bienes inmuebles de Londres la fortuna que había conseguido amasar.

La obra de Shakespeare

La publicación, en 1593, de su poema Venus y Adonis, muy bien acogido en los ambientes literarios londinenses, fue uno de sus primeros éxitos. De su producción poética posterior cabe destacar La violación de Lucrecia (1594) y los Sonetos (1609), de temática amorosa y que por sí solos lo situarían entre los grandes de la poesía anglosajona.

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Con todo, fue su actividad como dramaturgo lo que dio fama a Shakespeare en la época. Su obra, en total catorce comedias, diez tragedias y diez dramas históricos, es un exquisito compendio de los sentimientos, el dolor y las ambiciones del alma humana. Tras unas primeras tentativas, en las que se transparenta la influencia de Marlowe, antes de 1600 aparecieron la mayoría de sus «comedias alegres» y algunos de sus dramas basados en la historia de Inglaterra. Destaca sobre todo la fantasía y el sentido poético de las comedias de este período, como en Sueño de una noche de verano; el prodigioso dominio del autor en la versificación le permitía distinguir a los personajes por el modo de hablar, amén de dotar a su lenguaje de una naturalidad casi coloquial.

A partir de 1600, Shakespeare publica las grandes tragedias y las llamadas «comedias oscuras». Los grandes temas son tratados en las obras de este período con los acentos más ambiciosos, y sin embargo lo trágico surge siempre del detalle realista o del penetrante tratamiento psicológico del personaje, que induce al espectador a identificarse con él: así, Hamlet refleja la incapacidad de actuar ante el dilema moral entre venganza y perdón; Otelo, la crueldad gratuita de los celos; y Macbeth, la cruel tentación del poder.

En sus últimas obras, a partir de 1608, cambia de registro y entra en el género de la tragicomedia, a menudo con un final feliz en el que se entrevé la posibilidad de la reconciliación, como sucede en Pericles. Shakespeare publicó en vida tan sólo dieciséis de las obras que se le atribuyen; por ello, algunas de ellas posiblemente se hubieran perdido de no publicarse (pocos años después de la muerte del poeta) el Folio, volumen recopilatorio que serviría de base para todas las ediciones