Hoy hace una semana que salí de Roma

Y quiero agradecer, porque en mi corazón hay mucha bondad y amor hacia mi antigua comunidad y hacia mis hermanas, todo lo vivido en la ciudad eterna. Quiero agradecer, bendecir, alabar y dar gracias por todo. En la vida todo es gracia. En la vida todo es camino. En la vida todo es horizonte abierto. Dios siempre estuvo a mi lado en mi estancia en Roma. El fue mi roca firme, el testigo fiel, el viviente… El que me dio razones para amar, creer y esperar. Y en todo el camino, estuvieron también mis hermanas.

Ciertamente que hoy, cuando se ha ido Aurora y Ancila para la ciudad eterna, me hubiera ido con ellas. Pero no. Mi corazón está instalado ya en mi nueva comunidad con sus nuevas oportunidades.  No sé lo que me espera en esta nueva comunidad. Lo que tengo cierto es que Dios me la ha preparado con su voluntad amante, y que nunca, nunca, pero nunca me fallará en su amor.

He pedido para el Gobierno general, especialmente para Aurora en su nueva andadura y al hilo de las lecturas de hoy, que sea un gobierno de:

  • puertas abiertas
  • que confíe plenamente en su Señor
  • que edifique su servicio a la Congregación sobre roca.

En la paz le he deseado lo mejor a Aurora, y le he dado gracias profundamente por todo lo vivido, compartido, experimentado, sufrido y gozado. Queda en el misterio toda la vida compartida y entregada por el bien de la Congregación y de la Iglesia.

Terminó una etapa importante de mi vida. Hoy es cuando ha terminado realmente. Y empieza otra sostenida, avalada y consolidada en la fidelidad del Señor, que me sorprenderá con su amor y con su ternura.

Gracias, Auora, por todo. Las muchas palabras no pueden expresar los sentimientos íntimos que me embargan, pero quien sabe leer entre líneas encontrará en la bondad grande de mi corazón todas las respuestas. Mi madre me enseñó a ser agradecida, leal, honesta y verdadera. Fiel en todo, aunque a lo largo de los días por mi fragilidad haya podido fallar en mis deseos de ser siempre una hermana buena para todas.

Que seas feliz en este servicio que comienzas y que  nada ni nadie te robe la esperanza de que tu mandato estará realmente lleno de Dios, de vida y de futuro. Las hermanas tienen mucha confianza en tu servicio y yo me alegro. Me alegro de verdad, porque siempre me alegro de todo lo bueno que les pasa a las personas. Y e alegro de que te pase especialmente a ti. Que Dios te bendiga en esta nueva etapa de tu vida y… ¡GRACIAS! ¡gracias por todo!

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