Nuestros ojos se dirigen a ti, oh Señor, para mirarte
Nuestra manos se dirigen a ti para alabarte
Nuestro corazón se dirige a ti para adorarte…
Gracias, Señor, por haber muerto en una cruz y por reinar desde allí, con un amor infinito, sobre todo por los crucificados de la tierra.
Te amo, Señor, te amo con todo mi corazón, porque solamente tú eres el eternamente fiel. No te olvides en tu Reinado de la paz, de la libertad, de la redención y de la restauración de la vida de los pobres.