Por sus frutos conocemos la santidad de los santos

La santidad de todos nosotros es participación de la santidad de Dios. Los santos, decía nuestro Fundador, no son seres especiales, son personas como nosotros. Se hicieron santos porque supieron amar durante toda la vida a la manera de Dios. Es santo quien ama y vive los mismos gestos redentores y liberadores de Jesús ejercidos en el mandamiento del amor al prójimo. Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas y al prójimo como a nosotros mismos, es el único camino verdadero de santidad. El amor es la quintaesencia de la vida cristiana. En la tarde de la vida, cuando crucemos las fronteras del espacio y del tiempo hacia la eternidad, seremos examinados sobre el amor. Decía Ezra Pund: Lo que hayas amado quedará, solo cenizas el resto.

La fiesta de todos los santos, que es también la fiesta de la comunión, nos invita a recorrer los caminos del amor cristiano, caminos que están llenos de luz y que nos ponen en comunión con todos aquellos que participan ya de la plenitud del amor de Dios en el cielo.

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