En este día, más que en ningún otro, levantamos los ojos a los montes para tenerlos llenos de luz, de vida, de esperanza, de cielo, de eternidad, de Dios mismo… y de todos aquellos que nos precedieron en la peregrinación de la fe.
Dios mío, dame deseos del cielo, que es la patria definitiva de todos y cada uno de nosotros.